La gente insiste en que las mujeres debemos “definirnos”. Como si tener una sola identidad nos hiciera más auténticas. ¡Ay, qué pereza! Porque… ¿qué aburrimiento sería ser solo una cosa?
Y yo me río: ¿quién dijo que tenía que ser solo una cosa? Un día soy la líder inspiradora, que no necesita subir la voz para que todos giren la cabeza .Otro, soy la rebelde urbana, pero tan sofisticada que rompe protocolos y se ve más cara que el protocolo mismo.
Y cuando quiero, soy el espíritu libre, que no pide permiso para brillar en zapatos de terciopelo y sonrisa abierta. O también la visionaria creativa, imparable.
¿Eso es incoherencia?
No. Eso es inteligencia de imagen.
Porque mientras tú te preocupas por no parecer “inconsistente”, yo me dedico a usar todas mis identidades como herramientas.
Y adivina qué: ganan. Siempre.
👉 No confundas tener muchas facetas con no tener identidad.
La mujer que sabe usar su imagen no es volátil: es estratégica.
La que se empeña en ser una sola, termina siendo predecible.
Por eso somos poder en movimiento: magnéticas, sutiles, a veces feroces y otras veces amorosas.
Un día, musa delicada.
Mañana, la que no negocia.
Y pasado mañana, la que deslumbra sin maquillaje.
Así somos: tantas identidades en una sola mujer.
¿Contradictoria?
No, lindurita. Inolvidable.

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